Guía rápida de autocuidado emocional para diseñadores

Guía de autocuidado emocional para diseñadores

El artículo que leerás hoy hace muchas semanas que quería escribirlo, pero sencillamente no me veía preparada para atacarlo.

Hoy voy a escribir sobre las emociones. Las mías, pero también aquellas que toda persona que diseñe siente varias veces en algún momento de su carrera.

Escribiré sobre las mías porque durante años he sido muy mala regulándolas y permitía, sin darme cuenta y sin quererlo, que afectaran a mi entorno personal y profesional.

Y después te contaré algunas estrategias que puedes aplicar, porque si bien es cierto que lo que hacen “los demás” nos afecta, está en nuestra mano ofrecer una u otra reacción.

Una montaña rusa de emociones

Mi día a día en el trabajo

Cada dos lunes hacemos una reunión para planificar el sprint con el que trabajaremos durante las dos semanas siguientes.

Cuando se comenta una tarea que toca diseño (y por lo tanto, está bajo mi responsabilidad), lo primero que siento es alegría, por poder trabajar en un proyecto nuevo -o arreglar algo que lleva tiempo poniéndome de los nervios cada vez que lo veo-.

Al terminar y volver a mi sitio, me ataca el maravilloso Síndrome del Impostor. En esos momentos dudo literalmente de todo lo que sé hacer: de si seré capaz de resolverlo, si tengo los conocimientos necesarios… en resumen, temporalmente me paraliza.

Una vez pasada esta breve etapa, entro en un modo en el que siento que soy capaz de hacer lo que hace falta y empiezo a atacar la tarea. Llámalo determinación, recuperación de la confianza o cabezonería.

Y durante el desarrollo de la tarea, van apareciendo distintas emociones: alegría por desencallar algo, duda al surgir algo nuevo, frustración cuando no acabo de encontrar la mejor manera de resolver un problema, incertidumbre cuando hay información que desconozco, estrés cuando -a veces- llego justa al final del sprint, etc.

Cuando se acaba el sprint y es momento de entregar la tarea, suelo sentirme entre relajada (por haberla acabado) e inquieta, porque llega el momento de testear si esa propuesta funcionará o no. Si funciona, de nuevo alegría y confianza. Sino, enfado y frustración de nuevo.

En estos párrafos hay más de 10 emociones distintas. Y todas ellas suceden de forma recurrente a lo largo del día o de las semanas.

Imagino que ahora al verlo desde “fuera” serás más consciente de lo que vas sintiendo día a día, y te darás cuenta de que esto hay que manejarlo de algún modo.

Mi día a día personal

Y como es evidente, a todo lo de arriba hay que sumarle que fuera del trabajo también tengo vida personal. Y los dos últimos meses han sido bastante complicados.

He experimentado, a modo de resumen, tristeza, angustia, ansiedad y alegría.

La única manera que he encontrado de navegar entre tantas emociones -que en algunas ocasiones suceden a la vez- es aprender a escucharlas y gestionarlas.

Te cuento como 🙂

Trabaja con (y en) tus emociones

Identifica qué sientes

Lo primero y más importante es que seas capaz de identificar cómo te sientes en cada momento.

Las emociones normalmente tienen algún reflejo en el cuerpo. En mi caso, cuando estoy tensa tengo tendencia a tensar las cervicales y los hombros. Si siento ansiedad, literalmente tengo un nudo en el estómago. Si es ansiedad + nervios, a veces incluso hormigueo. Y si es alegría, siento como si no pesara nada.

Esto es algo que solo se aprende con el tiempo, pero a medio plazo permite empezar a ponerle nombre a la emoción y cambiar a un estado mental más lógico y menos irracional.

Y a partir de ahí, podrás empezar de forma más clara por qué te sientes así (más información sobre esto en el siguiente punto) y a ser más consciente del momento. No hacerlo es lo que hace que a veces caigamos en una rueda que no somos capaces de controlar (o bucle, como lo llamo yo).

Escríbelo o explícaselo a alguien

La mejor manera que he encontrado de “sacar” de mi cabeza todo lo que siento es escribiéndolo o compartiéndolo con alguien.

Sé que hay gente muy reacia a compartir “intimidades” con amigos o compañeros de trabajo, pero el ser humano es tribal y gregario por naturaleza y por mucho que no nos guste, vivimos en sociedad y dentro de grupos en los que nos podemos apoyar.

Encuentra a alguien cercano a ti que pueda escucharte. Y no tengas miedo de ir a un terapeuta para que te ayude a sentirte mejor. Para eso están 🙂

Independientemente de lo que haga, tanto una cosa como la otra me obligan a estructurar bien todo el mensaje, con lo que tengo que ordenarlo todo y darle coherencia.

La mayoría de veces lo que me pasa es que surgen preguntas que me llevan a cuestionar y tratar de entender qué es lo que siento y por qué.

Dar respuesta a estas preguntas suele llevar a poder sacar algunas conclusiones:

  • Por qué (evento) me siento de X manera
  • Qué lo ha desencadenado y por qué
  • Por qué estoy reaccionando así

Cuando logro reunir todos estos datos, puedo relativizar un poco lo que está pasando. Me permite alejarme de la emoción y verla con más perspectiva.

Porque, queramos o no, a veces nos ahogamos en vasitos de agua porque nos enredamos en las emociones y no vemos más allá.

Ponerlas en palabras te permitirá ver el alcance que deben tener en realidad.

¿Y ahora qué? Pues un poco de estoicismo

Durante un tiempo me sirvió lo que te he explicado en los párrafos anteriores, pero llegó un momento en el que solo podía decir: “Vale, me siento [emoción]. ¿Y ahora qué?

Aunque hay algunos aspectos que no comparto del todo, la filosofía estoica me está permitiendo adoptar un punto de vista diferente.

A modo de resumen, te dejo con este párrafo del artículo enlazado en la frase anterior:

“Puesto que el sabio vive en comunión con el universo y este está perfectamente determinado, el ideal estoico es el que nos transmitió Epicteto: soporta y renuncia. Soporta, porque tu destino va a ser el mismo te guste o no. Es un plan establecido por la divinidad del que no puedes escapar, así que no tenemos más elección que seguirlo dócilmente o dejar que nos arrastre.”

Es decir: tenemos la libertad de escoger cómo nos afecta todo. Una vez identificada la emoción y qué la provoca, está en nuestra mano aceptarlo y dejarlo pasar, o dejar que nos arrastre infinitamente.

Así que mi enfoque -aunque no siempre es fácil- es sentir la emoción, tratar de comprenderla y escoger si me dejo arrastrar por ella dándole vueltas a “por qué ha pasado X” o la dejo atrás, tratando de aprender cómo conseguir no volver a sentirme igual en circunstancias similares.

Tan fácil y tan difícil.

Conclusiones

Es muy positivo sentir todas estas emociones y mantener la empatía, sobretodo en trabajos creativos.

Lo que no debes hacer es hacerlas callar e ignorarlas, porque acaban creando “bucles” que son muy (muy) difíciles de gestionar.

Como te decía en párrafos anteriores, aquí lo importante es identificarlas, ponerles nombre y darles la importancia que deben tener en cada contexto.

Si sabes qué sientes y por qué, es más fácil ir a la raíz y tratar de modificar o cambiar lo que las activa. Y si no puedes hacer nada, lo más sensato es dejar de circular en bucle a su alrededor y tratar de avanzar lo más pronto posible 🙂